La vida se renueva y toma fuerza cuando no
tiene por objeto reproducir el pasado una y otra vez. En esa medida, encuentra
sincronía con el flujo (la potencia) del Todo que es sólo en presente.
Si creo que soy tímido, me creo (de crear)
tímido, y me repito, una y otra vez, de la misma forma. La energía de la vida
se dilapida pues no encuentra un presente límpido sobre el qué canalizar la fuerza
del Universo.
Nacer a cada instante implica renunciar al
pasado como un condicionante (una camisa de fuerza), y sugiere que cada segundo
en que estamos absolutamente Presentes es una ocasión sin igual para sentir la
vida como un milagro cotidiano: cuando escuchas el sonido de la lluvia, cuando
tu perro te recibe al llegar a casa, cuando comes “por primera vez” una fruta,
cuando lavas los platos y te concentras en el jabón, en el agua que acaricia
tus manos, y no arruinas el momento pensando: ¡Cuánto odio lavar los platos!
El budismo Zen habla de la meditación en lo
cotidiano, de ser Conscientes cuando nos duchamos, cortamos las verduras para
la ensalada, barremos el piso; ése ser conscientes es despertar a la vida,
porque hacemos de lo trivial una celebración, y así, todo lo que nos sucede
termina siendo una oportunidad para ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario