COMENTARIO
Esta frase que parece tan anodina a primera vista, encierra una
sabiduría enorme. Pero antes debo hacer una aclaración: los comentarios que
realice sobre frases de otros autores no tienen por objetivo hacer un análisis
académico ni formal acerca de su pensamiento. La intención es meramente
ilustrativa, es como si se tratara de un mapa cerrado, el comentario lo único
que pretende es desplegarlo, no explicarlo por completo en cada una de sus
coordenadas.
Con lo anterior por sentado, la frase de Heráclito deja en claro
la impermanencia de la vida entendiendo por ello que nada se mantiene de la
misma forma en el tiempo, todo cambia: la realidad, el observador, etc.
La permanencia es una ideación del Ego que necesita mantener las
cosas de una forma estática (muerta) con el objeto de sentir control sobre estas.
Algo que siempre está cambiando es inaprensible; pero el ego no soporta la idea
de carecer de certezas y sentencia: ¡Esto es así y punto!: lo aprende y lo
reproduce una y otra vez. Eso le hace sentir seguro, pero en realidad lo
condena: es un esclavo de su pensamiento. Minado con una serie de ideas fijas
(prejuicios), el presente resulta ser una continua repetición del pasado.
El tiempo correlativo (pasado-presente-futuro) sólo existe en el
pensamiento. En la realidad de facto, sólo lo que está sucediendo aquí y ahora
Es. Algunos autores hablan del tiempo psicológico para diferenciarlo del tiempo
del reloj (tengo una cita a las tres de la tarde). Sin duda, la convención del
tiempo nos ayuda a organizarnos; es el tiempo psicológico el que resulta enfermizo.
Hay una linda historia Zen a este respecto. Dos monjes van por un
camino. Cuando van a cruzar un río se encuentran con una mujer que les pide
ayuda para cruzar. Uno de los monjes la toma en brazos y la pasa a la otra
orilla. Acto seguido, los dos monjes siguen su camino. Pasada una hora el monje
que no cargó a la mujer, indignado, pregunta al otro: ¿Cómo es posible que
hayas llevado a esa mujer en tus brazos? Tocar a una mujer es algo que tenemos
terminantemente prohibido. A lo que el monje “infractor” responde: Yo cargué a
esa mujer 30 segundos y la solté, tú la has cargado por más de una hora en tu
mente, en consecuencia: ¿quién tiene el problema? De eso se trata el tiempo
psicológico.
La belleza de la frase de Heráclito es justamente su capacidad
liberadora. Nada es permanente implica que todo es nuevo siempre, es decir que
no estamos atados a nada.
Si tenemos una idea fija acerca de algo, hay que reconocer que se
trata de una construcción mental y no de la realidad. La idea funciona a manera
de proyector y le quita la vivacidad (realidad) al momento presente, siendo la
representación de lo que yo llevo en mi mente. La flor deja de ser una flor
nueva y se convierte en una vieja que “ya sabemos cómo es” y por eso no nos
sorprende. Triste. La vida pierde su magia y dinamismo. El flujo se obstruye. La
flor ya no tiene gracia porque es la misma flor de siempre. Pero no lo es, como
el agua en el río nunca es la misma que pasa por el mismo punto, siempre es
otra agua, pero la misma a la vez. La paradoja explica la Unidad de lo diverso,
pero eso es otro tema largo de tratar.
Heráclito nos dice que no hay lastres, que no debemos llevar la
culpa a cuestas, que el presente deja de sorprendernos y maravillarnos cuando
decidimos reproducir en éste, por medio de nuestra mente, una y otra vez las
ideas que tenemos de cómo son las cosas. La tragedia no la vive el río sino el
hombre que sigue cargando a cuestas un pasado muerto, como aquel monje que
decidió no soltar a la mujer y la siguió cargando durante toda su vida.